lunes, 2 de abril de 2012


La pobreza no cierra por vacaciones

ACOMAR lleva 22 años abriendo sus puertas sin descanso de lunes a domingo, ayudando a diario entre 65 y 70 personas

“Somos 64 personas voluntarias y laicas que movidas por la fuerza del Espíritu de Dios estamos junto a las personas muy pobres para darles su dignidad” así define a la asociación Salvador Silva, uno de los cofundadores de Asociación Comunidad de Personas Marginadas.

ACOMAR nació en 1990 en la parroquia de la Inmaculada Concepción de Alicante, dentro de un grupo de formación cristiana, cuando en él se acogió a una persona marginada y se descubrió lo dura y difícil que es la vida de estas personas. A partir de ahí Salvador y Mercedes, un matrimonio residente en Alicante, comenzaron a buscar pobres por las calles de la ciudad para transmitirles a los pobres el amor de Dios. “Empezamos dos, mi mujer y yo, buscando pobres por la calle y hoy somos ya 64 voluntarios. Además comenzamos con un pobre y hoy en día acuden al centro un promedio de entre 65 y 70 personas diarias” aseguró Salvador. 

Poco a poco este grupo se fue incrementando hasta alcanzar en el año 2000 los 10 miembros, año en el que el grupo parroquial decidió arreglar la documentación correspondiente y crear la asociación tal y como la conocemos hoy. “Tenemos nuestros estatutos, idearios, estilo de trabajo y nos vinimos al local (situado en la calle M. Luis Torregrosa, 2 bajo C de Alicante) creyendo que era suficiente para trabajar con los pobres, pero esto se nos ha quedado muy pequeño” apuntaba Silva. 

En ACOMAR atienden a todo tipo de personas y es que Salvador a lo largo de estos 22 años se ha dado cuenta de que “el mundo de la pobreza es un mundo enorme y las raíces son inmensas” además añade que trabajan con “vagabundos, mendigos, inmigrantes, ‘sin techo’, desnutridos, enfermos mentales, paraliticos, SIDA... algunos con problemas de drogadicción, alcohol, prostitución y abandono personal sobre todo”.


Cuando estas personas llegan al centro son atendidas en privado, se les hace un seguimiento diario y se les da de comer. Aquí según nos relata el cofundador de la asociación “se sienten escuchados, atendidos y comienzan a despertar, porque la peor enfermedad del pobre es la soledad, no hay quien les escuche” 

En el momento en el que descubren la raiz del problema comienza el proyecto de intervención con una multitud de programas diferentes para cada caso y así comenzarán los procesos de promoción, prevención, rehabilitación y reinserción social. Llegados a este punto su imagen es diferente a la trajeron por primera vez. Además se les ofrecen todos los recursos de atención primaria como son la comida, ropa, ducha, casa, lavadora y frigorífico; y se les explica y orienta sobre su situación administrativa. 


Financiación

ACOMAR depende exclusivamente de la Divina Providencia y es que el centro vive de la caridad, de subvenciones de ayuntamientos, cajas, bancos y sobre todo de los donativos de la gente (en la CAM en la siguiente cuenta 2090 3030 11 0100180813). 

La asociación no responsabiliza a la situación actual de la economía mundial como la causa de este problema, ya que aseguran que “estos pobres ya eran pobres antes de comenzar la crisis, es cierto que les ha agravado su situación, a más carencias más pobreza, pero gracias a Dios tenemos la oportunidad de ir pagándoles las habitaciones, ducha, farmacias y medicinas entre otras cosas”. El mayor presupuesto de ACOMAR es destinado al alojamiento y es que actualmente hay 32 personas que ya no viven en la calle, sino en pensiones, hostales y en pisos compartidos.

Voluntariado

En el centro hay voluntarios y voluntarias de todas las edades, desde estudiantes de colegios hasta jubilados, pasando por amas de casa, universitarios y  trabajadores entre otros. 

Los 64 voluntarios están divididos en áreas de trabajo, tales como, áreas de acogida, administración, cooperación, alimentación, ropa y seguimiento y acompañamiento diario. En este último área se encuentra la trabajadora social, Ángela Lorenzo, quien fue voluntaria antes de comenzar a trabajar en la asociación. “Estuve 4 años como voluntaria en la cocina, venía una vez por semana porque lo tenía que compaginar con la universidad. Venía todos los lunes, lloviera, nevara, con exámenes... lo necesitaba” Cuando acabó la carrera le dieron la oportunidad de  trabajar en el centro como trabajadora social y  como ya lo conocía no se lo pensó ni un segundo, “este área es diferente al de la cocina, aquí (los pobres) se abren, lloran, se rien... y se les proporciona ayuda para salir adelante”. 

La humildad con la que conviven los voluntarios y la cercanía con la que trabaja el centro es la clave para continuar con la obra social, según Ángela “estamos con ellos todos los días, les entrevistamos a diario, aquí no se cierra nunca porque tienen que tomarse la medicación y tienen que llevarse la comida y el estomago no cierra” por eso ACOMAR lleva 22 años sin cerrar, de lunes a domingo, llueva, haga frío o calor... porque la pobreza no cierra por vacaciones.

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